Estas dos películas
tienen en su base el tema de la moralidad vista desde la sexualidad, dos
aspectos que los he comentado en otras ocasiones, son muy conflictivos en la
vida real de los seres humanos. La sexualidad es un fenómeno que se expresa
física y psicológicamente, va atada al placer sexual, a la lívido y busca
satisfacerse en cualquier momento en los seres humanos, está impulsada por los
instintos que se convierten en aquello denominado pasiones que desfogan su
satisfacción en la sensualidad, en el cuerpo, pero además tiene un componente
psíquico en donde el aprecio por sí mismo hace que la relación con otro cuando
se experimenta y se vive, nos haga sentir reconocidos y a ello tal vez le
llamemos amor…De allí parte una moralidad que involucra el respeto a la
intimidad de la otra persona hacia quien dirigimos nuestras pretensiones, su
aceptación libre y consciente. Si embargo lo anterior no es tan fácil de
resolver en la práctica, pues nos
hallamos ante las pulsiones de ello y los dictados del super yo y entonces esto
se resuelve en la doble moral, las neurosis y demás o en los desfogues
irracionales que llevan a conductas quizás patológicas…
Estas dos películas
nos permiten a través de sus planteamientos adentrarnos en estos territorios
espinosos y complicados.
En Letras Prohibidas, película referida a
una versión de la vida del Marqués de Sade, nos encontramos desde el principio
con una escena en donde se unen el castigo y la muerte hacia una mujer
transgresora de las normas morales en su vida sexual, miramos desde ella, su
desesperación y angustia ante la inminente muerte…desde el comienzo se nos hace
visceral el dilema interno de nuestras vidas. Después la cámara nos va a llevar
al sanatorio en donde se encuentra confinado el Marqués por su vida y escritos,
censurados por su forma abiertamente contraria a las costumbres y moral
religiosa de su época (aunque también lo sería de esta época). La celda es una
escena que va cambiando a medida que transcurre el film, sitio de encuentro de
los personajes: una empleada de servicio joven y bonita que le hace la coartada
y es su cómplice, el joven sacerdote director del sanatorio, quien ha puesto su
vida en él y el propio marqués, protagonizan encuentros espontáneos de rutina,
o individuales y más privados.
La celda en principio es solo lugar de encierro,
pero con todas las comodidades y posibilidades para que el marqués viva su vida
y escriba, sin el derecho de publicar, solo como una terapia para extirpar sus
desquicios…Sin embargo se la ingenia…y entonces el lugar se deja casi solo para
evitar que escriba y sin embargo no se consigue y este espacio deshabitado de
muebles y recursos se vuelve lugar de ingenio para crear posibilidades; las
figuras de los personajes del sanatorio complementan con propiedad el
escenario, para que como espectadores vivamos en el secreto de la oscuridad
nuestros dilemas y veamos la bufonería, el sarcasmo y el cinismo de esta
comedia interna que nos perturba.
Un muy buen ícono como
puede su libro Justine que es el primero en aparecer clandestinamente durante
su estancia en el sanatorio, este libro aparece en una edición de pasta blanca
impecable como formando un contraste con su contenido.
En Pretty Baby encontramos una película de
actuaciones magistrales en mi concepto: la protagonista Violet (Brooke Christa Camille Shields), su
madre Hattie (Susan Abigail Tomali) y el fotógrafo Belloc (Keith Ian
Carradine).
El escenario central es un prostíbulo en donde se mueve la matrona
que dirige el lugar y sus chicas que trabajan para satisfacer los deseos
sexuales de clientes adinerados, allí vemos la figura de una niña, hija de una
de las prostitutas asumiendo en forma natural la moralidad del lugar (pues
existen allí pautas de vida y comportamientos dirigidos por la dueña del
prostíbulo). Son estas escenas en donde como espectadores estamos entre la
sorpresa y la repulsión, sin embargo la niña crece un poco y el ritmo de la
historia la lleva a la iniciación de su vida sexual en las condiciones de su
ambiente.
Con escenas bien elaboradas y oportunas de desnudos, nuestros ojos
seguirán entre la duda y el desconcierto el guion del film. El fotógrafo le da
el toque de arte, de la mirada limpia a personajes vistos como sucios,
conjugada esta mirada limpia y su temperamento de apariencia apacible, con una
inquietud escondida en su interior. .
Es esta
tensión entre el convenio moral de la sexualidad que de
alguna manera tiene zonas de penumbra y de otra el ser impulsivo y transgresor
que se levanta sofocado ante la hipocresía moralista y religiosa, la que nos
acompaña a lo largo de las dos películas y no sacude y atormenta y nos abre
sensaciones de desequilibrio: el sanatorio como cárcel y el prostíbulo; ambos sitios de reclusión en aquel contexto.
Son los sitios en donde la pantalla nos introduce y de alguna manera nos
hacemos cómplices de quienes los habitan, que no son precisamente delincuentes,
pero si personas repudiadas por sus comportamientos y sus manifestaciones
abiertas hacia el placer y ni el uno, ni el otro disminuyen ni ponen en
retirada a quienes en estos casos son recluidos. Como espectadores vemos lo que
allí pasa, que en realidad es algo que también nos pertenece.
Bueno, pero
mi pretensión no es una disertación sobre el discurso, sino sobre el cine que
es imagen y sonido, pero ante todo creo la imagen que obviamente adquiere vigor
con el sonido.
Colocar en
la panorámica el sanatorio y el prostíbulo y como habitantes los transgresores
de la moral sexual y los dramas que viven. El cine y la literatura nos desvelan
nuestros dramas… los dramas del ser humano, que sin ellos quedarían tal vez
escondidos…
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