
Hacía Tiempo no escribía comentarios de películas y aunque he visto muchas, que tendré que comentar aquí, este film me ha causado gran impresión por su contenido que toca profundamente las fibras de mi aprecio por la dignidad humana, de la sensibilidad por todo aquello que hace felices o infelices a los demás. Es que a través de la historia el dominio y el avasallamiento de unos sobre otros se ha convertido en un signo fatídico de las relaciones sociales…Han cambiado las formas, pero no la esencia. Este film basado en un cuento popular es una invitación emancipadora y también una renuncia melancólica y es que en el fondo hay una tragedia de el genuino sentimiento de fraternidad a la que subyace una convicción de mantenerse en pie…

Es un film japonés clásico que te mantiene con el corazón pegado el itinerar de personajes que asumen roles que configuran una trama de oposiciones. Siempre hay en ellos una pulsación o por la vida ofrecida para ser con los otros o un impulso de dominio y de negación del otro. Aunque se remite al Siglo XII, el tiempo parece que no transcurre, parece que todo está igual que siempre… Este es el arte magistral de un cine de calidad: presentarnos en las imágenes algo del mundo, algo de nosotros en las tonalidades, en los rostros, en los gestos, en el movimiento… Si quieren por casi dos horas dejarse estremecer con sutil fuerza, miren esta película magistral.

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